sábado, 20 de enero de 2007

El arte de llover


Entre estas lágrimas de ojos ausentes que tienen derecho a mojar,
salvo que se trate de una espera -sea al atardecer o a una musa, da lo mismo, es yacer-, porque cuando es así ya no mojan: sepultan; observo la evolución de mi vida en torpes vilezas, y una sospecha de sol me ilumina un graffiti callejero: "lo bueno de la vida, es que se trata de morir". Palabras de un Fabau veinteañero, con mucha bronca, más que aciertos, y muchas más pinturas en aerosol que puteadas de los dueños de los muros. Y me observo ahora, abriendo los parpados hacia ese grafitero para que me devuelva los ojos, pero ya ni de mí nada espero, no por desesperanza, ni porque dios de pan solo a algunos, si no por saberme oximoron perfecto con la intensidad del tecleo.
Mas aquí afuera llueve con mucho arte, del que me falta adentro. Y no me queda otra que explayar esto de tanto ver morir ilusiones, guardando todo el luto en mis ojos negros.
Habrá que buscar un techo, entonces, más contundente que este cielo, para estar al abrigo de la humedad de las sábanas -ya sea lágrimas, sudor u otros fluidos- que es la que mata; que ni pudiendo irse se arrima a despedirse ese que siempre se acerca con lo que sobra, ese que algunos llaman amor.
Hasta que un día, luego de darme de bruces contra tus labios, despertaré con la boca sangrando, las encías doloridas y un cuerpo sin dientes, y me sepultaré a esperar en la lluvia, seas vos o el ocaso, creyendo que Dios vendrá a darme el pan que tanto me debe.
Y ante ese único modo de tener que cerrar los ojos para verte, en mi óptica de luto, sobre tus ojos verdes, nacerán las esperanzas de morir con cierta paz.


¿Cómo decirte, que ahora entiendo de los abrazos sin besos?













Foto: wikier.org

1 comentario:

MarcosKtulu dijo...

Tenes idea donde está maelcito?