(corrientes, 1913-1930)Voy a tratar, como un discípulo rebelde de la situación, de escribir sobre lo cotidiano en esta ciudad. No prometo mucho, no más de lo que pueda prometer la humanidad, pero voy a intentar verter al menos cinco capítulos de apreciación personal, acerca de esta sociedad que tanto me repugna y conmueve.
Síntomas Urbanos I
(12/05/06)
Todos los días el mismo patrullero, las mismas calles, el mismo recorrido, el mismo paisaje. Aquella persona activaba mi desatención selectiva, pero esta vez sí lo vi, y expresé mi curiosidad en forma indirecta. La verdad estaba oculta y activa, e intuí de golpe algo evidente: la condición de que necesitaba de mi caridad como la tuya, la nuestra, para darle al gen egoísta de su organismo, el sustento para mantenerse vivo... ¿Para qué, si solo es un linyera más? Duele decir que fue más convincente mi egoísmo.Así la manzana golpeó en mi cabeza: Intuyo que a la larga, los dos estamos muertos.
Minutos más tarde se acercó una nenita. En proceso de acercamiento incoherente, sacó dos alfajores y se los obsequió. Algo tierno, pero qué más puede hacer un inocente, que componer una caricatura de la realidad.
El mundo era otro, y el concepto basal de mi idea de realidad se fue diluyendo como el humo de mi pucho, tan real, tan nocivo, como la realidad de esta ciudad. Y los mudos hablaron, y los sordos oyeron, y los ciegos comenzamos a ver. El linyera mordió un alfajor y lo tiró al piso, el otro se lo comió. Debajo de sus rodillas, su perro flaco alimentaba una supuesta eternidad.
Así la manzana le cayó a Dios en la cabeza: ¿Cómo pudo haberse imaginado el amor?
Síntomas Urbanos II
(13/05/06)
Somos sujeto ira y bullicio. Guaraníes con celulares empujándonos en la fina vereda. Hijos de la llorona y el pombero, hermanos de la pora y ahijados del presidente. La inanidad del papa colapsando en sapucay frente al Paraná. Política en el desayuno, telenovela en almuerzos y mentiras en la cena. Ni pan ni circo; mate y chamamé, alcohol y fútbol. Milagros por rosario y siestas inaplazables. Footing en la costanera y sirenas en los arrabales. Somos urbe de criollos con ínfulas de realeza, conservadores por necesidad, y pelotudos por preferencia. Simples hipócritas en consecuencia de la herencia, esperando al verano en las playas del paso.

Pero también somos honor y convicción. Aspirantes inconformes condenados a la gloria movidos por la ilusión. Instituciones por circunstancias y medio. De los buenos: maestros, doctores, policías; nobles estoicos remotos a cualquier resignación. Justificados escépticos de puestos de diario y chipá. La yarará enroscada entre el ladrillar. Suelas gastadas y lomos brillantes ad summum. Gauchos que Ou omba'apo hagua mutando a justicia, pan y cultura; salud, libertad y progreso. Seres de bien de inapreciable valor. Porque ante el pentagrama de los sentidos somos eso: porque somos un puñado de malditos correntinos.
En cursiva:
Footing: Ejercicio físico. Caminata rápida.
Ad summum: Alo más, a lo sumo, a todo dar.
Ou omba'apo hagua: Venir a trabajar.
Síntomas Urbanos III
(22/05/06)
En lo singular de la historia, se mantiene intacto el firme cambio. El miedo a lo inesperado hace pronosticar desde el presente el próximo vuelco, y la ciudad se vuelve aplicable a todo tipo de estudios. Las patologías urbanas y las dudas nunca fueron tan parecidas, como tampoco tan abundantes. En esta ciudad nada se puede proyectar, el mañana se retrasa y la llegada es imposible. Típico dibujo oval de una sociedad plana, perdida en el fango de la materia inmoral, donde nadie entiende de añoranzas pero mucho se entiende de celular.
Una ciudad tibia que da frío, donde se observa, se es indiferente y luego se mira de reojo.
Comienzo a entender ese efecto del que hablabas, del payé que permite que el café se enfríe, de la noción de no ser consecuente con la verdad de este mundo que a alguien conviene. Comienzo a entender que prefiero ser culpable o inocente, pero jamás ser la nada individualizada. Porque es mi deber recordarte, sin recordarte bien siquiera, que lo único que tenemos es el tiempo que nos sujeta y los pasos que vamos dejando sobre la playa, en donde tu río nos separa de la luna.Corrientes, para vos el futuro ya no es cambiante, si no corruptible. Y en estos últimos días que te he observado, me di cuenta que en verdad ya no te amo.
Entonces, soy no más correntino.
Síntomas Urbanos IV
(18/06/06)
Del autor:
Para subrayar la incongruencia que existe hasta en lo intolerable de estar
necesitado de otro, y ni así poder comunicarnos.
necesitado de otro, y ni así poder comunicarnos.

Bajo la atenta compañía de un ciego crucé la calle: él para sentirse seguro, yo para sentirme acompañado. Me dijo, entre otras cosas, antes de llegar a la vereda de en frente:
- La huella única de sentirse (porque estamos solos), no pesa menos que ese ejercicio de ir dejando las flores junto a su propia tumba, cuando el tiempo es medición de la nada, y la soledad encuentra su utilidad para dar valor a la carente cercanía-
- Te pregunté cómo sentías el azul...–
- La huella esa, la de sentirse bosquejado al margen de lo natural, que deja todas las tardes llenas de calles que no conducen a donde llegar (donde podemos dar un paseo, siempre juntos, siempre solos y en silencio, mi sombra el pucho y yo); ¿Qué se supone que es? ¿Qué se supone que somos? Y soy eso, nada menos que el abandono.-
- Eh... que para mi es un negro engañador, un negro que no quiere ser negro. El negro es eso donde habita tu visión. ¿Cómo sentís, ahora, el azul sincero?-
- Una huella incapaz de sortear el obstáculo de vincularnos, el verdadero lugar del nunca-
- Aparte de ciego, estás sordo -
Me solté el brazo. No abrí los ojos. Extendí la mano buscando ayuda y las bocinas coreaban impaciencia. Escuché una voz infantil arriba del cordón:
-¿Puedo ayudarlo?-
Me quité los lentes oscuros y abrí los ojos:
-Si tan solo supieras decirme qué es el azul...-
Síntomas urbanos V
(07/07/06)
Sigo atrapado en Corrientes, sigo bordando los días con ese hilo con el que se cosen los silencios, manteniendo el ímpetu de levantarme y espiar por la ventana de que todo haya cambiado. A veces salgo y veo esas partes de la ciudad donde se vomitan lágrimas y las personas son todas de sal. Nunca puedo evitar los dolores que nacen al costado del centro de mi pecho, pero todos los días siguen recorriendo la recta de mi dedo sin poder quitar la mirada del almanaque. Y nada cambia, y la naturaleza humana se nos ríe a menudo por callar más de lo debido.Acá no se necesitan alfombras rojas en esa peregrinación de tener los pies tempranos, donde ni la vida te dura toda la vida. Y en la ciudad, en el centro, hasta el pavimento se ablanda y se hace fango, y el fango hace duro el caminar de los arrabales.
Es que no hay derecho a tal indiferencia, a esa pesadilla de llamarte dentro de los abismos de tu oído, cuando en ningún tiempo fuimos solo lo terminado. Porque más allá de que el hombre le teme al tiempo, la esperanza, como una arveja, se oscurece bajo la sombra del reloj.
Es que a veces es cierto, de nada me sirven estos versos si decís que no llegaremos jamás a ningún lado.
Tal vez será que estemos perdidos, o tan solo escondidos en un secreto no revelado.

Fabau 18/07/06 (19:03 Hs)
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