miércoles, 18 de abril de 2007

Afrodita, Venus, Isis... Ella

La segunda vez que la vi, fue como fugaz. Charlamos, reímos, callamos. Creaba en mi mente los versos más dulces, que no pudo repetir mi boca. Perdí la conciencia por un poco de alcohol y tanta telepatía malograda, y amanecí durmiendo sobre un tibio charco de besos... Donde por súbita compulsión y entre intermitencias, recordé: ... Cupido me elige como flecha. Apuntando hacia ella me lanza, y me sumerjo en su cuerpo como arpón de talla perfecta; y danzamos la danza del ritmo de los ritmos; y la humanidad de su concava parte ahumenta mi sudado convexo... y me undo en su pasión hasta ablandarme los huesos. Siento como se quema dulcemente mi alma, y en cada movimiento se aviva mi fuego interno, y siento en sus gemidos el temblor de los truenos de la lluvia que refresca, sambullendo nuestras almas, en un manatial de placeres no mundanos solo apto para audaces... Y su piel, su piel huele a advertencia, y se arrastra su voz en otro gemido agitado... te quiero... te quiero todo adentro... repite, todo, todo adentro... Y su ternura violenta clava sus uñas en mi espalda, desgarrando mis alas, transformando mi vuelo en caida. Y gime, otra vez, gime una plegaria que ensordece mis tímpanos, tornando mi caida en pronunciado ascenso hacia el cielo, asechando en picada al placer inminente... Y termina. Temino. Terminamos. La última pincelada del jardín de las delicias; el punto final del aleph; la conclusión de Dios previa al séptimo día. Y dejo caer mi cabeza como una pluma en su cuerpo, anido entre sus pechos, cierro los ojos rogando que nunca más fuera un sueño, y las curvas de su cuerpo llevan un arte en mis caricias, impasibles de estatismo. Y siento, siento que troqué mis caricias, por todo su cuerpo... Desperté en la mañana por la humedad de sus besos, y una placentera mezcla de alivio y alegría; como si me rascara una comezón donde siento las mayores cosquillas, me atacó en la alborada. La miré a sus ojitos y pensé que si me sobran vicios, es por que tampoco me faltan tentaciones. Ella dijo nos vemos a la tarde, y ni Dios contestó niguna de las plegarias, ni los mensajes de textos. Eché un vistazo al insondable abismo de mi mente, y me di cuenta que esto es una puerta abierta. No sé si al cielo, o al infierno. Ante la saciedad del deseo y lo tangible de lo ideal, ¿Puede, un corazón, recordar las cicatrices?

viernes, 6 de abril de 2007

Entrevistando a Luis Rubén Loetti (Paso de Los Libres)





¿Se podría presentar?

Me llamo Luis Rubén Loetti, pero en realidad me conocen por Rubén. Soy yapeyuano, nací frente a la casa del General San Martín, en un viejo castillo de piedra que el progreso lo tiró abajo y lo convirtió en chalet.
Una aberración.
En mi infancia vine a Paso de los Libres, y me dediqué a vagar las calles de mi pueblo, y empecé a conseguir la historia de mis personajes. Historias reales. Me encontré con el filósofo que duerme en la calle, con el perro sin dueño, con el zapatero a domicilio, con el peluquero que anda con su valijita y todos me fueron confiando sus historias que, cuando llegó la época, cuando se inventó la computadora, ahí recién las pude guardar, y después el pueblo me pidió que las publique, por eso me volví escritor… pero yo no soy escritor, soy un contador de historias reales. Así soy yo.

¿O sea que usted comienza a escribir por una petición social?

Comienzo a ver las vivencias de los pobladores, de ese otro mundo, el mundo de la calle que muchos no conocen. A lo mejor conocen el mundo de su hogar, el mundo del techo, de la casa propia. Pero resulta que, en la calle, hay otro mundo eh...

¿Usted cree que hay diferentes dimensiones o cree que cada persona es un mundo?

Si, cada persona es un mundo. Dicen que cada hogar es un mundo. No, yo digo que cada persona es un mundo y cada mundo tiene su historia. Cuando llego a un personaje, sé que estoy entrando a otro mundo. Muchas veces, quizás, invadiendo otro mundo… y bueno, me confían historias que muchas son por lo general muy sentidas, muy nostalgiosas, llenas de recuerdos y eso yo lo llevo al libro. Me va muy bien, porque la gente me lee mucho.

Todo un logro que lean a uno, en una provincia donde no se lee.
Lo escuché hoy en la radio que está por presentar un libro ¿Podría hablarme sobre eso?

En realidad el libro está, falta la parte económica. Falta editarlo, publicarlo… hacer todos esos pasos que se necesitan para publicar el libro.
El libro se trata del mercado central de Buenos Aires. Yo ya trascendí la provincia. Como soy despachante de aduana, fui por negocios allá y conviví diez días con los personajes. El mercado central ese es un pueblo grande o una ciudad chica, como quieras llamarle. Dentro de ese predio se mueven 40.000 personas, es como paso de los Libres. Tiene todos los problemas que puede tener una ciudad, hasta un cebador de mate profesional tiene.

¿Cómo se titula el libro?

Tienen todos el mismo nombre, se llaman “La Pluma y El Sentimiento”… uno, dos, tres y cuatro, ya tengo el quinto y el sexto para editarlo. Yo escribo de personajes, en todos los ambientes. Personajes de fútbol, de la calle, de la política. Todos personajes.


¿Siempre escribió sobre las patologías urbanas, o se dedicó también a otra cosa?

No, en algún momento escribí sobre política también. Yo fui concejal en mi pueblo. Me gusta la política. Siempre soñé con dirigir mi comuna algún día.

¿Cuándo comienza a escribir?

Yo escribía desde muy chico, en esas hojas de papel de mi cuaderno único marca tiburón, que tengo alguno todavía de cuando iba a infantil o a superior, escribía historia pero después esas hojas se perdían. Bueno, con el tiempo conocí la computadora, entonces los escritos quedan en la memoria de la computadora y ya no se pierden, se tendría que perder la computadora jajaja… Bueno, entonces me dieron la idea de publicarlo y empecé a imprimir, ahí me costó trabajo porque tuve que comprar la impresora, en cuotas, y bueno de ahí salió el primer libro.

¿Por qué escribe?

Para mí, en este momento, es una terapia. Considero que nuestra patria tiene habitantes angustiados, y creo que el mundo está angustiado, no solo Argentina. Es la realidad. Es una terapia porque en algún momento me desenchufo de mi entorno y entro a hacer justicia con alguien que fue olvidado por el mundo mismo, que son los personajes que caminan nuestras calles. Por eso yo defiendo todo lo pasado… está bien, siempre hay que mirar hacia el futuro, pero tampoco hay que olvidar el pasado.

¿Cuál de sus libros recomienda, para los que los van a leer hoy día?

Pasa que mis libros son una colección. El que compra el primero o el último va a ver que son similares. Escribo sobre el personaje…

¿Alguno que se acuerda ahora mismo?

Si, por ejemplo, a mi me dio mucha satisfacción la historia de un perro que se llamó “Cartucho”. Un perro que llegó a un barrio obrero donde yo vivía. Cuando yo era obrero, llegó una señora que tenía la profesión más antigua del mundo, que se encontraba ya en el ocaso de su profesión, con un perro grande y negro. Una mañana cartucho comenzó a aullar, era que estaba avisando que su dueña amaneció muerta. De ahí quedó acostado en el portón de tacuara de la casa. No se movió más de ahí. Entonces todos los vecinos comenzamos a llevarle comida; y resulta que ninguno éramos dueño, pero después todos nos consideramos dueños del perro, y el perro quedó en el barrio cuidado por todos, entonces él cuidaba todas las casas. De día, dormía bajo las mesas de cualquier vecino, y por las noches patrullaba.
Nuestros hijos se criaron al lado del perro; se hicieron grandes. Pasamos muchas navidades y años nuevos con Cartucho. Bueno, hasta que se llenó de matadura y de tiempo.
Un día, muy enfermo, se levantó con pasos inseguros y tomó el camino de un arroyo que se llamaba, justamente, “La Despedida”. Parecía que él buscaba la soledad para dejarse morir. Y se fue junto con el último de sus ocasos, el ocaso más rojo que yo vi jamás en mi vida.

Ese día se murió Cartucho…

Y qué despedida… la suya.
¿Cómo ve usted a la literatura correntina?

Me parece que habría que darle mucho más impulso a la literatura correntina. Tendría que haber más apoyo al escritor de lo nuestro, sobre todo al que habla de la historia de los pueblos. La historia extranjera ya está escrita millones de veces y sobre cosas distintas. ¿Por qué no escribimos sobre nosotros? Y miramos acá nuestra calle, y no la autopista de Nueva York.
El gobierno tendría que ocuparse del tema. Date cuenta, un argentino promedio, antes leía un aproximado de 36 hs. por año, ahora no pasa de tres horas y media.

¿Piensa que habría que fomentar la lectura? ¿Cómo?

Date cuenta que se está leyendo un poco más, al menos en Paso de los Libres noto eso. Además tengo un estilo, yo hago semblanzas y las ilustro porque me gusta el dibujo (pero soy autodidacta). Ilustro la semblanza. El chico abre mi libro y ve el dibujo y al ver el dibujo le abre la capacidad de imaginación, y ahí lee la semblanza. Inclusive, me comentaron algunas maestras del primario, que los chicos dibujan mis dibujos, aparte de leerme.

Lo que usted está haciendo ahora, a los escritores de Capital le está costando muchísimo: que libros de autores de la ciudad, se lean en escuelas de la ciudad. Me pone contento saber que usted logró sentar precedente en la provincia.

Te puedo decir que tengo la satisfacción de recibir entre 25 o 30 alumnos por mes en mi oficina, que me van a preguntar sobre las historias que yo escribo para hacer sus clases especiales. Los chicos se van porque, en algún momento de la historia, se nombra a algún pariente del pueblo o se sienten identificados.
En Paso de Los Libres, en la docencia se usan muchos mis libros. Te cuento una anécdota: una sobrina mía, que trabaja de docente en Buenos Aires, un día entra a un colegio religioso y ve que una monjita estaba dando clases con uno de mis libros. Entonces ella se identificó como mi sobrina, y la monjita le dijo si yo podía donar los otros números, y les mandé. Después no supe más de la monjita.
La monjita le había comentado que cuando leyó la historia de Cartucho, el perro, dijo que tuvo que sacarse los anteojos para llorar.

Cuánto reconocimiento, qué premio ¿No?
Ya que tocamos el tema ¿Qué opina sobre los concursos literarios?


No sé realmente, a mi nadie me viene a invitar a ningún concurso, parece que hay poca publicidad. Por ahí veo por televisión que hay un concurso literario “latinoamericano” dice, pero resulta que parece que a mi no me registra nadie. Sin embargo, el otro día, sentí una gran satisfacción porque resulta que se me ocurrió poner mi apellido en el google, salió “Luis Ruben Loetti, escritor costumbrista”.

¿Usted se define como un escritor costumbrista?

Si, en realidad soy un escritor costumbrista, pero me da mucha vergüenza decir que soy escritor, por eso soy un contador de historias reales.

¿Qué concejos les daría a sus futuros lectores, acerca de sus obras?

Siempre estoy pregonando que me gustaría que algunos jóvenes sigan esta línea de escribir sobre los personajes, sobre semblanzas, no libros altos de 500 hojas que no lee nadie, si no que escriban este estilo de semblanza y que no se olviden de los personajes de las calles. Uno bajándose al asfalto, encuentra la materia prima para escribir un montón de enciclopedias.

¿Qué es escribir, para Luis Rubén Loetti?

Escribir es viajar por mis recuerdos. Y muchas veces bailo con mis recuerdos… y también me emociono con mis recuerdos.

¿Cómo se ve dentro de 10 o 20 años más?

Me gustaría que se acuerden de mí, pero no como escritor, si no como ese viejo contador de historias reales, que nació en Yapeyú y que se vino a una ciudad fronteriza y se puso a contarle al pueblo de las vivencias de los personajes que nadie ve, y que todos olvidan.

¿Se siente relegado, como artista del interior, por los medios masivos para publicar, que en su mayoría residen en capital?

Lo que pasa es que hay que aceptar que la comunicación avanzó mucho. Date cuenta que ahora vos hablás y te escuchan en Japón.
Pero Dios sigue atendiendo en Buenos Aires.

¿Cuál es su obra o Autor de cabecera?

En realidad, cada tanto le pego un vistazo a la Biblia. Y realmente, cuando leo dos palabras, siento que la Biblia me enseñó el verdadero significado de una.

Fuera del personaje de escritor, como persona completa ¿Qué tiene para decir a quien le esté leyendo ahora?

Aprovecho ese espacio que me dio el destino de escribir, par hacer hincapié que la familia es el lugar más cálido que existe en el universo. El que está fuera de la familia, seguramente va a sentir frío.

¿Cómo ve la sociedad correntina, en cuanto a sus costumbres y cultura?

Corrientes está muy decaída en todo sentido. La crisis política nos arrastró a todos, y no se salvó la cultura tampoco. Es decir que ahora la veo como que queremos empezar a levantarnos, aunque en realidad la provincia nuestra es una de las más ricas culturalmente e históricamente.

¿Qué propone, desde su espacio, para fomentar la cultura?

No sé, tendríamos que empezar por un mayor presupuesto, todo pasa por lo económico. Y todos los medios tendrían que tener un espacio gratuito para la cultura, y si al artista se le puede pagar, mejor. Porque hacer arte en corrientes, se hace con sacrificio.

¿Algún escritor contemporáneo, de acá, al cual usted le anote un poroto de relevancia?

El padre Zini, Julián Zini. Ese el escritor máximo de esta provincia. Tuve el honor de conocerlo cuando estuvo recién consagrado como sacerdote, porque yo era de esos hijos que cuando estábamos dejando la niñez, nuestros padres nos mandaban a la Iglesia. Prácticamente me crié entre curas y ahí llegó el padre Zini con el Padre Arroyo, un goyano. Me acuerdo bien que el padre Zini era un flaquito, alto, con una guitarra al hombro, una guitarra criolla, y ahí lo conocí en la iglesia de acá.

Para ir cerrando, Don Luis ¿Quisiera decirle algo más a quien lo está leyendo?

Que sigan luchando por la cultura, que es el mejor trabajo que se pueden hacer en este momento, y es una de las mejores formas de hacer patria.

Muchísimas gracias por la entrevista.

El agradecido soy yo.




(Biblioteca Popular "Sarmiento", Paso de Los Libres, Corrientes, Argentina)

viernes, 2 de febrero de 2007

Síntomas Urbanos

He buscado motivos para no sentirme limón en un manzano y no encuentro razón para escribirle agradable a Corrientes. A pesar de que soy un aterrado optimista, ni la historia de corrientes me ha inspirado. Coexistir en la ciudad se hace cada vez más fácil si se deja de ver. Entonces comencé a ver con los ojos cerrados.

(corrientes, 1913-1930)

Voy a tratar, como un discípulo rebelde de la situación, de escribir sobre lo cotidiano en esta ciudad. No prometo mucho, no más de lo que pueda prometer la humanidad, pero voy a intentar verter al menos cinco capítulos de apreciación personal, acerca de esta sociedad que tanto me repugna y conmueve.





Síntomas Urbanos I
(12/05/06)

Todos los días el mismo patrullero, las mismas calles, el mismo recorrido, el mismo paisaje. Aquella persona activaba mi desatención selectiva, pero esta vez sí lo vi, y expresé mi curiosidad en forma indirecta. La verdad estaba oculta y activa, e intuí de golpe algo evidente: la condición de que necesitaba de mi caridad como la tuya, la nuestra, para darle al gen egoísta de su organismo, el sustento para mantenerse vivo... ¿Para qué, si solo es un linyera más? Duele decir que fue más convincente mi egoísmo.

Así la manzana golpeó en mi cabeza: Intuyo que a la larga, los dos estamos muertos.

Minutos más tarde se acercó una nenita. En proceso de acercamiento incoherente, sacó dos alfajores y se los obsequió. Algo tierno, pero qué más puede hacer un inocente, que componer una caricatura de la realidad.
El mundo era otro, y el concepto basal de mi idea de realidad se fue diluyendo como el humo de mi pucho, tan real, tan nocivo, como la realidad de esta ciudad. Y los mudos hablaron, y los sordos oyeron, y los ciegos comenzamos a ver. El linyera mordió un alfajor y lo tiró al piso, el otro se lo comió. Debajo de sus rodillas, su perro flaco alimentaba una supuesta eternidad.

Así la manzana le cayó a Dios en la cabeza: ¿Cómo pudo haberse imaginado el amor?






Síntomas Urbanos II
(13/05/06)

Somos sujeto ira y bullicio. Guaraníes con celulares empujándonos en la fina vereda. Hijos de la llorona y el pombero, hermanos de la pora y ahijados del presidente. La inanidad del papa colapsando en sapucay frente al Paraná. Política en el desayuno, telenovela en almuerzos y mentiras en la cena. Ni pan ni circo; mate y chamamé, alcohol y fútbol. Milagros por rosario y siestas inaplazables. Footing en la costanera y sirenas en los arrabales. Somos urbe de criollos con ínfulas de realeza, conservadores por necesidad, y pelotudos por preferencia. Simples hipócritas en consecuencia de la herencia, esperando al verano en las playas del paso.


Pero también somos honor y convicción. Aspirantes inconformes condenados a la gloria movidos por la ilusión. Instituciones por circunstancias y medio. De los buenos: maestros, doctores, policías; nobles estoicos remotos a cualquier resignación. Justificados escépticos de puestos de diario y chipá. La yarará enroscada entre el ladrillar. Suelas gastadas y lomos brillantes ad summum. Gauchos que Ou omba'apo hagua mutando a justicia, pan y cultura; salud, libertad y progreso. Seres de bien de inapreciable valor. Porque ante el pentagrama de los sentidos somos eso: porque somos un puñado de malditos correntinos.



En cursiva:

Footing: Ejercicio físico. Caminata rápida.
Ad summum: Alo más, a lo sumo, a todo dar.
Ou omba'apo hagua: Venir a trabajar.






Síntomas Urbanos III
(22/05/06)

En lo singular de la historia, se mantiene intacto el firme cambio. El miedo a lo inesperado hace pronosticar desde el presente el próximo vuelco, y la ciudad se vuelve aplicable a todo tipo de estudios. Las patologías urbanas y las dudas nunca fueron tan parecidas, como tampoco tan abundantes. En esta ciudad nada se puede proyectar, el mañana se retrasa y la llegada es imposible. Típico dibujo oval de una sociedad plana, perdida en el fango de la materia inmoral, donde nadie entiende de añoranzas pero mucho se entiende de celular.

Una ciudad tibia que da frío, donde se observa, se es indiferente y luego se mira de reojo.

Comienzo a entender ese efecto del que hablabas, del payé que permite que el café se enfríe, de la noción de no ser consecuente con la verdad de este mundo que a alguien conviene. Comienzo a entender que prefiero ser culpable o inocente, pero jamás ser la nada individualizada. Porque es mi deber recordarte, sin recordarte bien siquiera, que lo único que tenemos es el tiempo que nos sujeta y los pasos que vamos dejando sobre la playa, en donde tu río nos separa de la luna.

Corrientes, para vos el futuro ya no es cambiante, si no corruptible. Y en estos últimos días que te he observado, me di cuenta que en verdad ya no te amo.

Entonces, soy no más correntino.








Síntomas Urbanos IV
(18/06/06)

Del autor:
Para subrayar la incongruencia que existe hasta en lo intolerable de estar
necesitado de otro, y ni así poder comunicarnos.


Bajo la atenta compañía de un ciego crucé la calle: él para sentirse seguro, yo para sentirme acompañado. Me dijo, entre otras cosas, antes de llegar a la vereda de en frente:

- La huella única de sentirse (porque estamos solos), no pesa menos que ese ejercicio de ir dejando las flores junto a su propia tumba, cuando el tiempo es medición de la nada, y la soledad encuentra su utilidad para dar valor a la carente cercanía-

- Te pregunté cómo sentías el azul...–

- La huella esa, la de sentirse bosquejado al margen de lo natural, que deja todas las tardes llenas de calles que no conducen a donde llegar (donde podemos dar un paseo, siempre juntos, siempre solos y en silencio, mi sombra el pucho y yo); ¿Qué se supone que es? ¿Qué se supone que somos? Y soy eso, nada menos que el abandono.-

- Eh... que para mi es un negro engañador, un negro que no quiere ser negro. El negro es eso donde habita tu visión. ¿Cómo sentís, ahora, el azul sincero?-

- Una huella incapaz de sortear el obstáculo de vincularnos, el verdadero lugar del nunca-

- Aparte de ciego, estás sordo -

Me solté el brazo. No abrí los ojos. Extendí la mano buscando ayuda y las bocinas coreaban impaciencia. Escuché una voz infantil arriba del cordón:

-¿Puedo ayudarlo?-

Me quité los lentes oscuros y abrí los ojos:

-Si tan solo supieras decirme qué es el azul...-







Síntomas urbanos V
(07/07/06)

Sigo atrapado en Corrientes, sigo bordando los días con ese hilo con el que se cosen los silencios, manteniendo el ímpetu de levantarme y espiar por la ventana de que todo haya cambiado. A veces salgo y veo esas partes de la ciudad donde se vomitan lágrimas y las personas son todas de sal. Nunca puedo evitar los dolores que nacen al costado del centro de mi pecho, pero todos los días siguen recorriendo la recta de mi dedo sin poder quitar la mirada del almanaque. Y nada cambia, y la naturaleza humana se nos ríe a menudo por callar más de lo debido.
Acá no se necesitan alfombras rojas en esa peregrinación de tener los pies tempranos, donde ni la vida te dura toda la vida. Y en la ciudad, en el centro, hasta el pavimento se ablanda y se hace fango, y el fango hace duro el caminar de los arrabales.
Es que no hay derecho a tal indiferencia, a esa pesadilla de llamarte dentro de los abismos de tu oído, cuando en ningún tiempo fuimos solo lo terminado. Porque más allá de que el hombre le teme al tiempo, la esperanza, como una arveja, se oscurece bajo la sombra del reloj.

Es que a veces es cierto, de nada me sirven estos versos si decís que no llegaremos jamás a ningún lado.
Tal vez será que estemos perdidos, o tan solo escondidos en un secreto no revelado.





Fabau 18/07/06 (19:03 Hs)



















Nota:Todas las imágenes mantienen los derechos reservados de sus autores.

sábado, 20 de enero de 2007

El arte de llover


Entre estas lágrimas de ojos ausentes que tienen derecho a mojar,
salvo que se trate de una espera -sea al atardecer o a una musa, da lo mismo, es yacer-, porque cuando es así ya no mojan: sepultan; observo la evolución de mi vida en torpes vilezas, y una sospecha de sol me ilumina un graffiti callejero: "lo bueno de la vida, es que se trata de morir". Palabras de un Fabau veinteañero, con mucha bronca, más que aciertos, y muchas más pinturas en aerosol que puteadas de los dueños de los muros. Y me observo ahora, abriendo los parpados hacia ese grafitero para que me devuelva los ojos, pero ya ni de mí nada espero, no por desesperanza, ni porque dios de pan solo a algunos, si no por saberme oximoron perfecto con la intensidad del tecleo.
Mas aquí afuera llueve con mucho arte, del que me falta adentro. Y no me queda otra que explayar esto de tanto ver morir ilusiones, guardando todo el luto en mis ojos negros.
Habrá que buscar un techo, entonces, más contundente que este cielo, para estar al abrigo de la humedad de las sábanas -ya sea lágrimas, sudor u otros fluidos- que es la que mata; que ni pudiendo irse se arrima a despedirse ese que siempre se acerca con lo que sobra, ese que algunos llaman amor.
Hasta que un día, luego de darme de bruces contra tus labios, despertaré con la boca sangrando, las encías doloridas y un cuerpo sin dientes, y me sepultaré a esperar en la lluvia, seas vos o el ocaso, creyendo que Dios vendrá a darme el pan que tanto me debe.
Y ante ese único modo de tener que cerrar los ojos para verte, en mi óptica de luto, sobre tus ojos verdes, nacerán las esperanzas de morir con cierta paz.


¿Cómo decirte, que ahora entiendo de los abrazos sin besos?













Foto: wikier.org

domingo, 7 de enero de 2007

El Esnobista Contemporáneo

Motivados a nuclearse por la contundencia de su ambición, se concentran en lugares donde la luz dé en sus rostros para que se los vea rechazarla. Ostentan una locuacidad intrépida, encubriendo con rebuscadas palabras su estatiquéz de ideas, que poco pueden aportar al "arte" con cual llevan su soledad, carente de dimensiones profundas.

Todo es "arte" para el snobista contemporáneo. Pero no cualquier arte. No varían en las artes que más lo interpretan como ser. No. Una indiferencia a la esencia por comodidad - por no profundizar en cuestiones sustanciales- hace convertir al relativismo en su filosofía, conduciéndose hacia el indiferentismo por no saber a que atenerse; y al subjetivismo ya que no cree lo que le parece. Ese caldo de cultivo snob-idealístico lleva al arte más simple, a su intrincada interpretación de la vida: El surrealismo (El de moda). Un arte impartida por un genio, en la cual su esencia se crea por medio de la ebriedad somnolienta.

Tras una breve charla "paradacolectiverezca" con el erudito del pavimento: Raúl Saucedo (Alias: Lito) - de profesión e ideología: Linyera- rescaté como cita ejemplificante lo siguiente:



"... Es el espécimen que busca en el choripan su expresión artística contemporánea y se excita viendo un cordón pintado a la cal, sacando conclusiones de como habrá un trasfondo surrealista o renacentista en el pobre infeliz de la municipalidad, que le pasa la brocha sin ganas..."


Si existe una filosofía en ellos no es creada por el ocio reflexivo, ni por el asombro. Filosofan en cuanto tema desconocido se les aparezca, por la mera meta de trastocar y denigrar alguna frase "difícil" que han escuchado en su instante reflexivo. Todas y cada una de sus palabras son emitidas con una seriedad casi dogmática como para documentarlas en un manifiesto.

Su mueca no es genuina: ríe a destiempo sin siquiera haber entendido el chiste. - "Todos ríen, debe ser gracioso, debo reír" -


Hasta el momento hemos reconocido una tetralogía formada por el diferentismo, el relativismo, el instantismo y el depresionismo; como características de nuestro ser snobista contemporáneo . A esta cuarteta de "virtudes" cabe agregar, a elección de cada afectado, una cuota más o menos dogmática de psicoanálisis –Lacaniano, por supuesto; Freud pasó de moda hace años-, comunismo –con una extensa gama de citas del libro "Marx para principiantes" o, en los casos sorprendentemente eruditos, del Manifiesto Comunista-. Idealistas de sobremesa, cambian las utopías de la igualdad y el equilibrio social por el más exacerbado liberalismo cuando de sus "honorarios" o "comisiones" se trata y son las personas menos indicadas a las cuales recurrir cuando nos quedamos sin monedas para el colectivo o cuando terminamos el último cigarrillo que no nos gustaría que fuese el último.

Otra de las características más comunes del objeto en cuestión es la permisividad, que llega por la falta de referentes morales - por mucho que a eso llamen libertad - como vacío, manifestándose en el liberalismo trasformado en permisivismo.
Dado que no tienen idea de lo que la práctica cuesta en la práctica, lo que cuesta llevar a realidad eso que se les ocurrió conversando con la almohada, intentan tangibilizar su proyecto y terminan por conformarse con lo que salga. No existe compromiso en sus entrañas; ya que permitiéndose aceptar lo que salga, de lo que intentaron lograr, terminan liberándose del fustigante peso que de por sí tiene todo proyecto.

Magnifican lo común por ser su máxima expresión; disfrazándolo con adornos poco comunes. Sus semejantes revalidan implícitamente esa hipocresía para no agitar el avispero de la realidad- ¿Quien no los codea en su mundo intelectual?-
Así vemos innumerables snobistas que han cambiado más de metas que de ropa interior. En algunos casos la variedad de intentos de carreras, en otros el incesante movimiento tanto de lugar como de entornos, crean una vida de folletería; donde el contenido no es más que la poca profundidad de los títulos encabezantes, y no la elevación de ciertas cuestiones como debería contener el libro de vida de cada uno.


Reconocer a un snobista contemporáneo en la calle no es muy difícil.

Curioseando la disposición de las baldosas de mi ciudad, fui a dar accidentalmente con uno. Sin querer tropecé con ella y el diálogo fue de lo más "interesante":

- Disculpe, estaba mamerteando y no la vi venir: Tome, se le cayó esto. ¿De qué se trata ese libro?-

- Del Evangelio según Van Helsin -

- Claro, es el título, pero ¿De qué se trata?-

- Ahhh... hum... ¿Solés leer?-

- Cuando puedo. Ahora estoy leyendo " Eisejuaz" de Sara Gallardo -

- ¿Y de que se trata?-

- De un indio que escucha los designios de Dios manifestados por medio de la naturaleza y blah blah blah... ¿Y de que se trata ese libro?-



- Más o menos lo mismo, pero...

discurreenuntemacasimorbosocomoeslareligiónfundadaenuna
MANIFESTACIÓNDEDIOSPORMEDIODELANATURALEZA...blah, blah, blah...-



-¿Está segura? Un amigo lo leyó y su interpretación no tiene relación alguna con la suya. Creo que no lo leyó. No es pecado sacar a pasear un libro que no leyó. Es triste la falta de franqueza en una persona, sabe-



- ¿Que sabés vos?. Chau.-


Se retiró ofuscada y, después de media cuadra, quise ofrecerle mis disculpas por haberla hecho sentir incómoda. Seguí a este ser hasta casi alcanzarla y ya iba acompañado de una amiga. Otro diálogo interesante:

- En la clase de arte express que la tomo como extra-curricular, la profesora se atrevió a decirme que debo leer un libro y tratar de expresar la idea en el posa vasos de madera que estoy haciendo... y-

-¡Ah, te recomiendo uno: "Eisejuaz" de Sara Gallardo. Está buenísimo.-



Claro que no es necesario apelar a los encuentros fortuitos por las calles de la ciudad para toparse de narices con ellos; mucho más fácil es encontrarlos en su ambiente natural. Así, uno de los procedimientos más eficaces es ir a tomar un café a un café –olvídense de ir a tomar un café a un autoservicio con ese objeto porque el "ambiente no da, vistes?"- o bien a cualquier presentación de libros, disertación sobre cine, apertura de muestras de arte o puesta en escena de obras teatrales; buscando un poco por entre los parientes y amigos del disertante, artista o actores, se los puede reconocer por su falta de expresión emotiva (cara de "aja, aja, esto ya lo vi"), su diálogo plagado de términos como "dialéctico", "proyecciones", "sinergia", "canon" o "neorrealismo finlandés" .



Claro que los snobistas contemporáneos no constituyen un género homogéneo; pretender eso sería simplificar en demasía la carateriología de estos personajes. A vuelo de pájaro podríamos dar algunas precisiones, así es dable hacer la siguiente clasificación tentativa:



15-30 años. Son fanáticos de Nietzche o Borges, los citan constantemente (aunque íntimamente estén convencidos de que Borges fue un gran novelista y Nietzche uno de los personajes de Dragon Ball). Son modernos (conocen las sagas de animes japoneses y bailan música electrónica) pero siempre tienen un as en la manga: gustan de Sabina o Rodríguez (Silvio, a no confundir) y se especializan en películas de una etapa del cine o país determinado. Aman el jazz o el blues (aunque serían incapaces de distinguir a Armstrong de Los chalchaleros), concurren a talleres literarios y tienen hobbies estrafalarios como la cría de langostas jamaiquinas, la comida étnica y la fabricación de velas artesanales. Existen dos sub-especies: por una lado, los que usan pantalón de vestir, camisas lisas y anteojos, van a los cafés, discuten sobre literatura con snobistas contemporáneos de otras generaciones, tienen su propia página web literaria, escriben poesía versificada y plagian cuentos de JLB (generalmente jóvenes abogados, médicos, psicólogos o estudiantes crónicos de dichas carreras); por el otro, los tatuados, que usan piercings, gel, pantalones de jeans dos talles mayores o dos talles menores, remeras fluor y anteojos de colores, fuman marihuana (por las dudas), tienen su propia weblog de misceláneas, escupen fuego o hacen malabares en los semáforos, escriben poesía en verso libre y plagian narraciones de Kerouac (generalmente jóvenes arquitectos, diseñadores gráficos, estudiantes de cine, psicólogos, artistas plásticos o estudiantes de alguna de esas disciplinas). Se ríen de los melindres de los snobistas de 30-55 años y desconocen que los haya de más 56.



31-55 años. Son fanáticos de Aira, Miller y Borges. Están de vuelta de todo, todo ha sido dicho, todo ha sido mostrado. Colaboran con los snobistas contemporáneos más jóvenes que ellos porque "no se deben matar los ideales" (aunque ellos ya los perdieron hace mucho). Dirigen o apoyan "eventos culturales". Generalmente se trata de escritores frustrados, artistas plásticos fracasados o pésimos cineastas, de cualquier profesión. Se consideran modernos e integrados porque saben enviar e-mails y reciben listas de correo sobre literatura o eventos en Hong Kong. Ya no escriben poesía (perdieron el alma) ni cuentos (porque saben que sus contemporáneos se van a dar cuenta que son plagiados de JLB) y se limitan a criticar poesías y cuentos ajenos. Su lugar estratégico y excluyente son los cafés. Tuvieron tiempo –a lo largo de los años- de escuchar jazz, blues y ver películas de diferentes países (vanagloriándose de sus disco-tecas y video-tecas), pero siguen siendo incapaces de apreciar la música o el buen cine (ya lo dijimos, perdieron el alma). Se ríen de los snobistas de más de 56 años y están empecinados en lograr que los snobistas de 15-30 años sigan el ciclo natural del "snobismo".



56-… años. Nadie sabe de qué son fanáticos (muchos esbozan, incluso, ciertos rasgos alzheimicos). La mayoría está de vuelta de todo (incluso de estar de vuelta de todo); ese proceso a llevado a varios de ellos a inclinarse por el misticismo, las bebidas alcohólicas, el onanismo, o el prudente olvido. Repiten, sin embargo, los mismos argumentos de veinte años atrás (no importa que uno les recuerde que en el 89 cayó el muro de Berlín o que actualmente no se tardan cincuenta días para ir en barco a Europa). Se ríen de todos (aunque nadie está muy seguro de que recuerden bien por qué).



Pero volviendo a los más vistos, o los mejores mostrados, casi todos los snobistas conciertan en un misterioso tabú: El esfuerzo. Esa mítica labor a la que muchas personas suelen dedicarle su tiempo.

Dado que s u catecismo del confort argumenta siempre a favor de lo contrario, no asimilan que siempre empezar es de nuevo. Sus frentes se mantienen a rajatabla en ayuno de sudor.

Acaso, para ellos es mejor descreer de la vida o desdibujarse del mundo escapando hacia adentro, penando con llantos alquilados. Perfecto ejemplo del andar de las horas, sin sustancia ni sustento de alma.

Posan cual gato citadino descansa en las crestas edilicias emulando al felino salvaje que duerme en las copas de los árboles. Claro, como el gato: sin el más mínimo peligro.



De ellos se plagan las plazas. Las plazas se plagan de un clima enrarecido, de un aromo carente de flores. Para ellos las plazas tendrán siempre olor a porro e ilarantismo, a forro y promiscuidad, a mugre y seducción, a guano y no a pasto.



En ocasiones de soledad, demuestran transitorios artilugios de falsa sensibilidad expuesta para que alguien les pregunte si están bien. Actitud que se acerca más a un sorbo de tilo, que al derrame de las tribulaciones respectivas que reza la tristeza. Exponen la angustia del ser (snobista), en un sospechado misterio capcioso.



Suelen escribir textos denotando actitudes de otros, como si no se tratase de ellos, solo para diferenciarse. Son ajenos periodistas de un espectáculo cotidiano.



Su agenda de actividades mantiene una correcta monotonía, en este planeta de pasiones múltiples: despertar cuando termina el día (laboral); contradecir en todo a mamá y papá; ir a ver cine francés con su amiga/o cineasta, sin subtítulos y sin saber francés, previo ojear algún tomo de Memorias de Adriano –que pidió prestado a su amigo (infaltable en todo snobista contemporáneo que se preste) escritor- y tratar de memorizar las frases subrayadas para interpolarlas con cuidadoso descuido mientras charla con su amigo/a cineasta en la cola del cine; tomar un café (o un whisky, dependiendo de la edad) tras ver la película, repitiendo palabra por palabra las críticas de la película que publicó el diario Clarín el día anterior (y que él leyó en internet mientras revisaba, en paralelo, las listas de correo sobre poesía a las que se encuentra inscripto y las páginas porno free adscriptas a "cachondas.com" ); escribir en una de las servilletas de papel del café o pub en cuestión la frase más ingeniosa dicha por su amigo/a cineasta (nunca por él, cuya mente es siempre un plagio de algún otro –como lo es esta frase-) y guardarlo cuidadosamente en un bolsillo (para los apuntes de su futura autobiografía); tras el café, otro café y más charla (considerando los pros y contras dialécticos de temas innovadores como la "revolución posible", "análisis freudiano", "esteticismo del regionalismo popular burgues" o "lacan y las angiospermas"); tras el segundo café, otro café (pasando a enumerar uno por uno a los fraudulentos pseudo intelectuales, pesudo escritores, pseudo artistas de esta nuestra hermosa provincia –que son todos, menos el snobista contemporáneo en cuestión y su amigo/a cineasta, por estar presente-) (si es el tercer whisky, enumerar uno por uno los buenos escotes de las clientas del café); tras varios litros de bebida, ir al baño y terminar limpiándose con la muy innovadora frase escrita en la servilleta "total, la posteridad puede esperar"; salir del café y volver a su casa, alargando el triste destino sedentario pateando la ciudad y comentando el trágico destino de todo hombre pensante en una sociedad mediocre e inculta. Para la madrugada: un papel en blanco y pocas ideas, remolonear un poco en la cama y mirar show sports para aligerar la mente, dormir cuando los padres se levantan para ir al trabajo (no importa que nuestro snobista tenga quince años o cuarenta), saltear el almuerzo (pero no la siesta) y volver a recomenzar un agotador día de existencialismo conciente.



Hasta aquí un análisis exhaustivo de sus costumbres y ambiciones. ¿Superficial? ¿Acaso es posible afanarse buscando en las profundidades de un charco? ¿para qué pretender, entonces, el imposible de encontrar la sustancia en estos modernos especimenes con mucho lustre pero hechos de latón?