Motivados a nuclearse por la contundencia de su ambición, se concentran en lugares donde la luz dé en sus rostros para que se los vea rechazarla. Ostentan una locuacidad intrépida, encubriendo con rebuscadas palabras su estatiquéz de ideas, que poco pueden aportar al "arte" con cual llevan su soledad, carente de dimensiones profundas.
Todo es "arte" para el snobista contemporáneo. Pero no cualquier arte. No varían en las artes que más lo interpretan como ser. No. Una indiferencia a la esencia por comodidad - por no profundizar en cuestiones sustanciales- hace convertir al relativismo en su filosofía, conduciéndose hacia el indiferentismo por no saber a que atenerse; y al subjetivismo ya que no cree lo que le parece. Ese caldo de cultivo snob-idealístico lleva al arte más simple, a su intrincada interpretación de la vida: El surrealismo (El de moda). Un arte impartida por un genio, en la cual su esencia se crea por medio de la ebriedad somnolienta.
Tras una breve charla "paradacolectiverezca" con el erudito del pavimento: Raúl Saucedo (Alias: Lito) - de profesión e ideología: Linyera- rescaté como cita ejemplificante lo siguiente:
"... Es el espécimen que busca en el choripan su expresión artística contemporánea y se excita viendo un cordón pintado a la cal, sacando conclusiones de como habrá un trasfondo surrealista o renacentista en el pobre infeliz de la municipalidad, que le pasa la brocha sin ganas..."
Si existe una filosofía en ellos no es creada por el ocio reflexivo, ni por el asombro. Filosofan en cuanto tema desconocido se les aparezca, por la mera meta de trastocar y denigrar alguna frase "difícil" que han escuchado en su instante reflexivo. Todas y cada una de sus palabras son emitidas con una seriedad casi dogmática como para documentarlas en un manifiesto.
Su mueca no es genuina: ríe a destiempo sin siquiera haber entendido el chiste. - "Todos ríen, debe ser gracioso, debo reír" -
Hasta el momento hemos reconocido una tetralogía formada por el diferentismo, el relativismo, el instantismo y el depresionismo; como características de nuestro ser snobista contemporáneo . A esta cuarteta de "virtudes" cabe agregar, a elección de cada afectado, una cuota más o menos dogmática de psicoanálisis –Lacaniano, por supuesto; Freud pasó de moda hace años-, comunismo –con una extensa gama de citas del libro "Marx para principiantes" o, en los casos sorprendentemente eruditos, del Manifiesto Comunista-. Idealistas de sobremesa, cambian las utopías de la igualdad y el equilibrio social por el más exacerbado liberalismo cuando de sus "honorarios" o "comisiones" se trata y son las personas menos indicadas a las cuales recurrir cuando nos quedamos sin monedas para el colectivo o cuando terminamos el último cigarrillo que no nos gustaría que fuese el último.
Otra de las características más comunes del objeto en cuestión es la permisividad, que llega por la falta de referentes morales - por mucho que a eso llamen libertad - como vacío, manifestándose en el liberalismo trasformado en permisivismo.
Dado que no tienen idea de lo que la práctica cuesta en la práctica, lo que cuesta llevar a realidad eso que se les ocurrió conversando con la almohada, intentan tangibilizar su proyecto y terminan por conformarse con lo que salga. No existe compromiso en sus entrañas; ya que permitiéndose aceptar lo que salga, de lo que intentaron lograr, terminan liberándose del fustigante peso que de por sí tiene todo proyecto.
Magnifican lo común por ser su máxima expresión; disfrazándolo con adornos poco comunes. Sus semejantes revalidan implícitamente esa hipocresía para no agitar el avispero de la realidad- ¿Quien no los codea en su mundo intelectual?-
Así vemos innumerables snobistas que han cambiado más de metas que de ropa interior. En algunos casos la variedad de intentos de carreras, en otros el incesante movimiento tanto de lugar como de entornos, crean una vida de folletería; donde el contenido no es más que la poca profundidad de los títulos encabezantes, y no la elevación de ciertas cuestiones como debería contener el libro de vida de cada uno.
Reconocer a un snobista contemporáneo en la calle no es muy difícil.
Curioseando la disposición de las baldosas de mi ciudad, fui a dar accidentalmente con uno. Sin querer tropecé con ella y el diálogo fue de lo más "interesante":
- Disculpe, estaba mamerteando y no la vi venir: Tome, se le cayó esto. ¿De qué se trata ese libro?-
- Del Evangelio según Van Helsin -
- Claro, es el título, pero ¿De qué se trata?-
- Ahhh... hum... ¿Solés leer?-
- Cuando puedo. Ahora estoy leyendo " Eisejuaz" de Sara Gallardo -
- ¿Y de que se trata?-
- De un indio que escucha los designios de Dios manifestados por medio de la naturaleza y blah blah blah... ¿Y de que se trata ese libro?-
- Más o menos lo mismo, pero...
discurreenuntemacasimorbosocomoeslareligiónfundadaenuna
MANIFESTACIÓNDEDIOSPORMEDIODELANATURALEZA...blah, blah, blah...-
-¿Está segura? Un amigo lo leyó y su interpretación no tiene relación alguna con la suya. Creo que no lo leyó. No es pecado sacar a pasear un libro que no leyó. Es triste la falta de franqueza en una persona, sabe-
- ¿Que sabés vos?. Chau.-
Se retiró ofuscada y, después de media cuadra, quise ofrecerle mis disculpas por haberla hecho sentir incómoda. Seguí a este ser hasta casi alcanzarla y ya iba acompañado de una amiga. Otro diálogo interesante:
- En la clase de arte express que la tomo como extra-curricular, la profesora se atrevió a decirme que debo leer un libro y tratar de expresar la idea en el posa vasos de madera que estoy haciendo... y-
-¡Ah, te recomiendo uno: "Eisejuaz" de Sara Gallardo. Está buenísimo.-
Claro que no es necesario apelar a los encuentros fortuitos por las calles de la ciudad para toparse de narices con ellos; mucho más fácil es encontrarlos en su ambiente natural. Así, uno de los procedimientos más eficaces es ir a tomar un café a un café –olvídense de ir a tomar un café a un autoservicio con ese objeto porque el "ambiente no da, vistes?"- o bien a cualquier presentación de libros, disertación sobre cine, apertura de muestras de arte o puesta en escena de obras teatrales; buscando un poco por entre los parientes y amigos del disertante, artista o actores, se los puede reconocer por su falta de expresión emotiva (cara de "aja, aja, esto ya lo vi"), su diálogo plagado de términos como "dialéctico", "proyecciones", "sinergia", "canon" o "neorrealismo finlandés" .
Claro que los snobistas contemporáneos no constituyen un género homogéneo; pretender eso sería simplificar en demasía la carateriología de estos personajes. A vuelo de pájaro podríamos dar algunas precisiones, así es dable hacer la siguiente clasificación tentativa:
15-30 años. Son fanáticos de Nietzche o Borges, los citan constantemente (aunque íntimamente estén convencidos de que Borges fue un gran novelista y Nietzche uno de los personajes de Dragon Ball). Son modernos (conocen las sagas de animes japoneses y bailan música electrónica) pero siempre tienen un as en la manga: gustan de Sabina o Rodríguez (Silvio, a no confundir) y se especializan en películas de una etapa del cine o país determinado. Aman el jazz o el blues (aunque serían incapaces de distinguir a Armstrong de Los chalchaleros), concurren a talleres literarios y tienen hobbies estrafalarios como la cría de langostas jamaiquinas, la comida étnica y la fabricación de velas artesanales. Existen dos sub-especies: por una lado, los que usan pantalón de vestir, camisas lisas y anteojos, van a los cafés, discuten sobre literatura con snobistas contemporáneos de otras generaciones, tienen su propia página web literaria, escriben poesía versificada y plagian cuentos de JLB (generalmente jóvenes abogados, médicos, psicólogos o estudiantes crónicos de dichas carreras); por el otro, los tatuados, que usan piercings, gel, pantalones de jeans dos talles mayores o dos talles menores, remeras fluor y anteojos de colores, fuman marihuana (por las dudas), tienen su propia weblog de misceláneas, escupen fuego o hacen malabares en los semáforos, escriben poesía en verso libre y plagian narraciones de Kerouac (generalmente jóvenes arquitectos, diseñadores gráficos, estudiantes de cine, psicólogos, artistas plásticos o estudiantes de alguna de esas disciplinas). Se ríen de los melindres de los snobistas de 30-55 años y desconocen que los haya de más 56.
31-55 años. Son fanáticos de Aira, Miller y Borges. Están de vuelta de todo, todo ha sido dicho, todo ha sido mostrado. Colaboran con los snobistas contemporáneos más jóvenes que ellos porque "no se deben matar los ideales" (aunque ellos ya los perdieron hace mucho). Dirigen o apoyan "eventos culturales". Generalmente se trata de escritores frustrados, artistas plásticos fracasados o pésimos cineastas, de cualquier profesión. Se consideran modernos e integrados porque saben enviar e-mails y reciben listas de correo sobre literatura o eventos en Hong Kong. Ya no escriben poesía (perdieron el alma) ni cuentos (porque saben que sus contemporáneos se van a dar cuenta que son plagiados de JLB) y se limitan a criticar poesías y cuentos ajenos. Su lugar estratégico y excluyente son los cafés. Tuvieron tiempo –a lo largo de los años- de escuchar jazz, blues y ver películas de diferentes países (vanagloriándose de sus disco-tecas y video-tecas), pero siguen siendo incapaces de apreciar la música o el buen cine (ya lo dijimos, perdieron el alma). Se ríen de los snobistas de más de 56 años y están empecinados en lograr que los snobistas de 15-30 años sigan el ciclo natural del "snobismo".
56-… años. Nadie sabe de qué son fanáticos (muchos esbozan, incluso, ciertos rasgos alzheimicos). La mayoría está de vuelta de todo (incluso de estar de vuelta de todo); ese proceso a llevado a varios de ellos a inclinarse por el misticismo, las bebidas alcohólicas, el onanismo, o el prudente olvido. Repiten, sin embargo, los mismos argumentos de veinte años atrás (no importa que uno les recuerde que en el 89 cayó el muro de Berlín o que actualmente no se tardan cincuenta días para ir en barco a Europa). Se ríen de todos (aunque nadie está muy seguro de que recuerden bien por qué).
Pero volviendo a los más vistos, o los mejores mostrados, casi todos los snobistas conciertan en un misterioso tabú: El esfuerzo. Esa mítica labor a la que muchas personas suelen dedicarle su tiempo.
Dado que s u catecismo del confort argumenta siempre a favor de lo contrario, no asimilan que siempre empezar es de nuevo. Sus frentes se mantienen a rajatabla en ayuno de sudor.
Acaso, para ellos es mejor descreer de la vida o desdibujarse del mundo escapando hacia adentro, penando con llantos alquilados. Perfecto ejemplo del andar de las horas, sin sustancia ni sustento de alma.
Posan cual gato citadino descansa en las crestas edilicias emulando al felino salvaje que duerme en las copas de los árboles. Claro, como el gato: sin el más mínimo peligro.
De ellos se plagan las plazas. Las plazas se plagan de un clima enrarecido, de un aromo carente de flores. Para ellos las plazas tendrán siempre olor a porro e ilarantismo, a forro y promiscuidad, a mugre y seducción, a guano y no a pasto.
En ocasiones de soledad, demuestran transitorios artilugios de falsa sensibilidad expuesta para que alguien les pregunte si están bien. Actitud que se acerca más a un sorbo de tilo, que al derrame de las tribulaciones respectivas que reza la tristeza. Exponen la angustia del ser (snobista), en un sospechado misterio capcioso.
Suelen escribir textos denotando actitudes de otros, como si no se tratase de ellos, solo para diferenciarse. Son ajenos periodistas de un espectáculo cotidiano.
Su agenda de actividades mantiene una correcta monotonía, en este planeta de pasiones múltiples: despertar cuando termina el día (laboral); contradecir en todo a mamá y papá; ir a ver cine francés con su amiga/o cineasta, sin subtítulos y sin saber francés, previo ojear algún tomo de Memorias de Adriano –que pidió prestado a su amigo (infaltable en todo snobista contemporáneo que se preste) escritor- y tratar de memorizar las frases subrayadas para interpolarlas con cuidadoso descuido mientras charla con su amigo/a cineasta en la cola del cine; tomar un café (o un whisky, dependiendo de la edad) tras ver la película, repitiendo palabra por palabra las críticas de la película que publicó el diario Clarín el día anterior (y que él leyó en internet mientras revisaba, en paralelo, las listas de correo sobre poesía a las que se encuentra inscripto y las páginas porno free adscriptas a "cachondas.com" ); escribir en una de las servilletas de papel del café o pub en cuestión la frase más ingeniosa dicha por su amigo/a cineasta (nunca por él, cuya mente es siempre un plagio de algún otro –como lo es esta frase-) y guardarlo cuidadosamente en un bolsillo (para los apuntes de su futura autobiografía); tras el café, otro café y más charla (considerando los pros y contras dialécticos de temas innovadores como la "revolución posible", "análisis freudiano", "esteticismo del regionalismo popular burgues" o "lacan y las angiospermas"); tras el segundo café, otro café (pasando a enumerar uno por uno a los fraudulentos pseudo intelectuales, pesudo escritores, pseudo artistas de esta nuestra hermosa provincia –que son todos, menos el snobista contemporáneo en cuestión y su amigo/a cineasta, por estar presente-) (si es el tercer whisky, enumerar uno por uno los buenos escotes de las clientas del café); tras varios litros de bebida, ir al baño y terminar limpiándose con la muy innovadora frase escrita en la servilleta "total, la posteridad puede esperar"; salir del café y volver a su casa, alargando el triste destino sedentario pateando la ciudad y comentando el trágico destino de todo hombre pensante en una sociedad mediocre e inculta. Para la madrugada: un papel en blanco y pocas ideas, remolonear un poco en la cama y mirar show sports para aligerar la mente, dormir cuando los padres se levantan para ir al trabajo (no importa que nuestro snobista tenga quince años o cuarenta), saltear el almuerzo (pero no la siesta) y volver a recomenzar un agotador día de existencialismo conciente.
Hasta aquí un análisis exhaustivo de sus costumbres y ambiciones. ¿Superficial? ¿Acaso es posible afanarse buscando en las profundidades de un charco? ¿para qué pretender, entonces, el imposible de encontrar la sustancia en estos modernos especimenes con mucho lustre pero hechos de latón?